Autora: Estela Martín — Junta directiva VIAndalucía
Para hablar de la mujer con diversidad funcional y empleo tenemos que empezar hablando de la doble vulneración de derechos, por un lado tenemos la discriminación por género y por otro, la exclusión de todos los elementos del sistema por tener una diferente forma de moverse, de sentir, de percibir, de concebir y entender el mundo.
Nuestro recorrido histórico como mujeres nos cuenta las dificultades que hemos tenido para acceder a la educación y cultura, al empleo remunerado – para el “no remunerado” nunca hemos tenido dificultades – la restricción en la entrada a ciertos espacios o a movernos por el país si no estábamos autorizadas por algún hombre de la familia. Así como el uso de nuestra propia identidad en asuntos de cualquier índole, impidiéndonos con ello asumir nuestras decisiones con sus correspondientes riesgos.
Sin duda, las mujeres hemos logrado muchos objetivos pero hay mujeres y niñas que se han quedado en la cuneta de esos logros porque estos han sido trabajados desde la demostración de capacidades y productividad, el mismo pensamiento que nos dejaba a todas excluidas. Se ha usado “el mérito” como moneda de cambio por derechos para quien no tiene capital para comprarlos.
Este uso del “mérito” crea clases sociales y desigualdades dentro y fuera del colectivo, dando derechos a unas sí y a otras no, dependiendo de si es una diversidad física, sensorial, intelectual o adquirida. Se crean unos condicionantes que excluyen a las personas, llevándolas a la pobreza y marginalidad, unas van a poder acceder a la educación y a la cultura, con ello al mundo laboral, por tanto a una vida independiente con todo lo que supone económicamente y moralmente.
El poder acceder a la educación crea en la persona unos pilares muy importantes para la construcción de su identidad y poder enfrentarse a la hostilidad de un mundo competitivo y patriarcal. Siendo durísimo para las mujeres porque sufren una mayor vulneración de derechos, se las infantiliza mucho más que a los hombres, se les niega más que a ellos el conocimiento al propio cuerpo y a la sexualidad con lo que ello implica de desprotección.
Es tanta la violencia moral que se ejerce sobre las mujeres con diversidad funcional que llegamos a encontrarnos con situaciones tan esperpénticas y graves como la exigencia de la “esterilización” como requisito de entrada en algunos centros residenciales, haciendo con ello más vulnerables a las mujeres ante una situación de abuso.
El sistema después de una educación a todas luces, ridícula y deficitaria. ¿Qué nos ofrece? Los centros ocupacionales donde se les entretiene u ocupa sin más y que el tiempo pase por ellos y ellas sin pena ni gloria, o se les explota laboralmente en los centros especiales de empleo, donde se saca un trabajo sin salario para las usuarias del centro, tanto en un caso como en otro las personas quedan ocultas e invisibilizadas del mundanal ruido.
Está situación vendida como protección, hace todo lo contrario a lo pretendido, crea una mayor vulnerabilidad al no haber podido ir creando soluciones ante los conflictos que produce nuestra sociedad, al mismo tiempo que el desconocimiento sobre la diversidad funcional crea “miedos” y como consecuencia, pena o rechazo. Sólo la “inclusión” educativa y social va a generar el respeto necesario para una convivencia pacífica y justa.
Los recursos que van a favorecer dicha inclusión son de dos tipos técnicos y humanos, los técnicos van a proporcionar la accesibilidad a los conocimientos y a la información, a los espacios, a los medios de transportes y a la salud.
La “Asistencia Personal” es el apoyo humano que va a ayudar a la mujer con diversidad a acceder al empleo, la empodera y le permite tomar el control sobre su vida, tomando sus propias decisiones, proporcionándole acceso a la educación y a mantener en el tiempo las estrategias educativas que van a ayudar a su desarrollo humano, a la par que crea empleo y libera a su familia sobre todo a las mujeres que históricamente son las encargadas de “los cuidados”, haciendo que estos se entiendan como algo más que el cubrir las necesidades de comida y aseo, para darle el valor de “respeto”.
“Nos cuidamos porque nos respetamos, porque queremos ser respetadas y porque respetamos al otro desde la misma legitimidad”.