Prisionero en mi propia casa

Es el derecho que tienen las personas con discapacidad a elegir con quién y dónde vivir. Para que ese derecho sea real, los Estados que firmaron la Convención de derechos de las personas con discapacidad tienen la obligación de dar todos los apoyos necesarios para que las personas con Diversidad Funcional puedan vivir como elijan y no sean aisladas.

Mi experiencia personal es otra. Tengo 63 años, afectado por la polio cuando tenía 15 meses, las secuelas de esta enfermedad me han postrado en una silla de ruedas. Llevo ya varios años siendo limitado en movilidad. La compleja situación derivada de las barreras arquitectónicas nos supone a las personas ante estos casos, una triste y latente realidad: vivir confinadas en un área de la vivienda, “sin poder salir”.

Mi testimonio personal es para reivindicar la situación de nuestro colectivo. El día a día de las personas con diversidad funcional tiene nombre y apellidos, discriminación y aislamiento. ¡Que se cumplan las leyes ya!

Mi salida a la calle supone un riesgo y una aventura, simplemente es tener que bajar de la silla de ruedas que tengo en casa al suelo, arrastrarme hacia los escalones, que son 16, y sacar otra silla del cuarto de contadores y de ahí, a la calle. Ya mis brazos carecen de fuerzas, la silla de calle está guardada en un local exterior. Todo esto para simplemente salir de mi domicilio. 

Esta es la cruda realidad de miles de discapacitados como yo, en toda España. Para poder salir de nuestras casas supone toda una odisea, hasta el punto de que podemos pasar larguísimas temporadas metidos en ellas. 

Somos prisioneros de nuestras propias viviendas. No estamos en una cárcel, pero carecemos de libertad. Es una dejadez absoluta de las fuerzas políticas con las personas con movilidad reducida.

 Autor: Miguel Galán