Autoría: Coral Hortal Japón, Estela Martín Martín, Eugenia Carrasco López
En este 8M, además de resaltar las múltiples discriminaciones históricas y habituales que soportamos las mujeres con diversidad funcional, queremos denunciar que la situación se ha recrudecido por los efectos del Covid-19, haciéndolas más visibles y mostrando sus consecuencias más dramáticas:
- La ausencia de accesibilidad cotidiana se ha visto acrecentada con las dificultades a la hora de acceder a la información y a la comunicación en todos los niveles.
- Una mayor exposición a la violencia y al abuso por convivir con el maltratador, que en muchas ocasiones es la propia persona que presta los apoyos, con lo que la vulnerabilidad es aún mayor.
- El confinamiento institucionalizado contra nuestra voluntad, una práctica que atenta contra los derechos humanos, se ha revelado especialmente cruel durante la pandemia, falleciendo miles de personas en residencias, que durante la enfermedad estuvieron incomunicadas y sin recibir la asistencia sanitaria que, a buen seguro, habría salvado muchas vidas. No hay que olvidar que una gran mayoría de las personas que están en residencias son mujeres, debido a que tenemos una mayor esperanza de vida, y que el motivo de la institucionalización en la mayoría de los casos se debe a la edad y a la diversidad funcional sobrevenida que conlleva el paso de los años. El hecho de no tener alternativa acrecenta la discriminación por diversidad funcional.
- En cuanto a la prestación de ayuda a domicilio, un servicio ya de por sí deficiente a la hora de brindar apoyos suficientes y controlados directamente por la usuaria, durante la pandemia fue retirado en numerosas ocasiones, dejando a muchas abandonadas a su suerte, y obligando al entorno familiar, de existir, a asumir esa labor, siendo en la inmensa mayoría de los casos una mujer la encargada de suplir la ausencia de la prestación. Asimismo, los casos en los que se mantuvo la ayuda a domicilio, la falta de equipos de protección individual puso en riesgo la salud tanto de las usuarias como de las trabajadoras del servicio.
- En referencia a la atención sanitaria, la deficiente y prejuiciosa atención que muchas veces recibimos las mujeres con diversidad funcional, se ha acentuado a las claras con prácticas eugenésicas bajo la excusa de la presión sanitaria y la consiguiente limitación de recursos.
Las alarmantes recomendaciones de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) para el ingreso en UCI por COVID-19, establecieron un valor diferencial a la vida de las personas según su edad, patologías y diversidad funcional, así como su valor social y el número de personas que tengan a su cargo ¿cómo se mide el valor social de una persona?
En este tiempo de pandemia se ha demostrado de nuevo la desprotección que como ciudadanas vivimos continuamente, poniéndose una vez más en evidencia la necesidad obligatoria de un cambio de paradigma, que ponga los cuidados en el centro, pero respetando la voluntad y dignidad de las personas receptoras de apoyos humanos. En este sentido, la Asistencia Personal se muestra como una herramienta eficiente y respetuosa con los derechos humanos y una alternativa a los modos tradicionales y asistencialistas de apoyos, al respetar las decisiones de las usuarias respecto a quién, cómo y cuándo se reciben. Así, pasamos de ser objetos de cuidados a ser sujetos que se autocuidan y se empoderan pudiendo seguir en nuestros hogares y no siendo obligadas a ingresar en residencias, lugares en los que se ha demostrado que la agrupación de personas agrava el riesgo de contagios.
Exigimos que en cualquier circunstancia se respeten la dignidad y los derechos humanos de las mujeres con diversidad funcional. No puede haber excusa que justifique tantas afrentas juntas.