Las Personas con Diversidad Funcional (PDF, en adelante) con un proyecto de Vida Independiente se pasan la vida (sobre) esforzándose para tener autonomía y adaptar la vida a una sociedad que insistentemente los discrimina, ningunea y olvida, porque ni existe la inclusión, ni la accesibilidad universal ni el diseño para todos, como para poder optar en equidad a un proyecto vital como el resto de personas.
Si eres diferente al estándar marcado socialmente, no puedes hacer las mismas cosas que el resto, dado que la legislación no se cumple y el apoyo social es ínfimo o inexistente. Solo cabe contar con el propio (sobre) esfuerzo (personal y/o económico), la constancia y valor. Deportistas de élite sin nombre ni medallas.
Cualidades que no parecen estar vinculadas a las PDF y se pretenden disfrazar de superación personal, pero en el caso de las PDF no se eligen, si decides participar y desarrollar las mismas alternativas vitales que el resto de ciudadanos y ciudadanas, es la única opción. Darlo todo, todo el tiempo.
Para poder acceder a un trabajo ordinario generalmente es necesario construir una profesión, en muchas ocasiones alternativa al oficio anterior, y así adaptar la actividad laboral a la situación actual, lo que la sociedad entiende como discapacidad sobrevenida. Muchas veces incluso vulnerando la legislación existente, que indica que es el trabajo el que debe adaptarse al trabajador o trabajadora y no al contrario como suele ser habitual.
De hecho, no hay alternativas al sobreesfuerzo si no quieres verte abocada a vivir con las paupérrimas pensiones existentes o a tener un trabajo “protegido”, que en realidad es un trabajo “segregado” que impide, generalmente, vivir de manera independiente y tener un proyecto de vida.
Estudiar una carrera es todo un reto, en mi caso, los docentes me han señalado la imposibilidad de ejercer la profesión que estudiaba, incluso después de finalizar mis estudios y conocer que existe la obligatoriedad de incluir puestos para PDF en cualquier trabajo profesional. Con esto quizás, sea suficiente para hacer esta introducción a lo que ahora me preocupa y ocupa.
Después de conseguir un proyecto de vida, llega el momento de pensar en el futuro, cuando llegue la jubilación laboral y elaborar un proyecto de envejecimiento activo acorde con la vida que se ha decidido llevar.
El proceso de envejecimiento llevará asociado una pérdida constatable de autonomía personal, sobre todo porque los años de sobreesfuerzo agotan, con consecuencias para mantener la actividad cotidiana y se requerirá más apoyo.
Por ello, probablemente, el recurso que más se aproxima a la visión de las PDF que eligen tener un proyecto de vida para afrontar esta nueva etapa, sea la asistencia personal.
Con la asistencia personal se puede seguir cuidando de una o uno mismo y seguir con la actividad diaria, con estos aspectos cubiertos cabe la posibilidad de acceder a los recursos sociales para el envejecimiento activo que se ofertan, ya sean culturales o de ocio.
Sin embargo, en el momento que se cumplen 65 años, se limita la posibilidad de elegir asistencia personal. ¡Precisamente cuando más se necesita!
La Convención de los derechos humanos de las personas con discapacidad, no refleja límite de edad, y nuestro Estado la firmó y ratificó, hace doce años. ¿Por qué, entonces los recursos están limitados a una determinada edad? ¿Qué sucede entonces con el envejecimiento activo de las PDF? ¿Tampoco puede ser igual al del resto de ciudadanos?
Durante toda la vida se dedican esfuerzos a mantener la propia autonomía, cuando no podía ser con el propio sobreesfuerzo físico, con economía, ¡hay artículos que hablan y acreditan el sobre-gasto de la discapacidad!
No hablo de ocio ni de artículos de lujo, hablo de limpieza de hogar, hablo de sillas de ruedas para la movilidad, handbikes para realizar actividad física, productos de apoyo para la higiene personal, coche adaptado, grúa de techo para levantarse ante cualquier caída por una misma, hablo de necesidades para poder equipar el día a día como cualquier otra persona.
De modo que, después de tanto (sobre) esfuerzo físico y económico, no se puede optar a la propia autonomía cuando las fuerzas y economía fallen y los recursos que hasta ahora bastaban ya no sean suficientes.
Incluso cuando hay un recurso legislado como la asistencia personal, que no está pensado para una edad determinada, sino para unas necesidades concretas y un modo de entender la vida.
Esta historia demuestra que, si se ha pretendido ser autónoma e independiente, dedicando la vida a poder elegir cómo vivir, que no es otra manera que eligiendo lo que cualquier persona escoge de manera natural, dónde y con quien vivir, que hacer y cuando hacerlo, tan solo una vida como la de cualquier persona, cuando llega la vejez, solo se promueve socialmente una opción para las PDF, la dependencia y la institucionalización.
Decido rebelarme, quiero elegir mi proceso de envejecimiento. ¿Me acompañas?
Autora: Katja Villatoro Bongiorno