Confinados en nuestra casa o casa ajena asistimos con estupor al olvido, una vez más, de los mandatarios debidos de las personas con diversidad funcional.
Muchos de nosotros somos y/o convivimos con personas de riesgo, al estar en contacto con nosotros y nosotras las personas que nos apoyan en nuestro día a día se convierten también en personas de riesgo, el de contraer una enfermedad y el de trasmitir la misma. Dadas las mínimas garantías que nos ofrecen ustedes nos preocupa, y mucho, la salud de estos trabajadores y de los y las usuarias del proyecto piloto sobre vida independiente con asistencia personal.
Por cierto, a quien corresponda hay que decirle que “salud responde” debería pasar a denominarse “salud no responde”, puesto que ni por vía telefónica ni por vía de correo electrónico da señales de vida. Este asunto de salud pública se ha ido de las manos por mucho que se las hayan lavado. El hecho de que entidades públicas deleguen sus funciones en cuerpos privados para cumplir sus funciones está probando una práctica insolvente en lo referente a los intereses de las personas con diversidad funcional y la ciudadanía en general. La información se ha cogido vacaciones, los servicios de ayuda a domicilio tanto públicos como privados se han ausentado, no hay protocolos de seguridad para personas con diversidad funcional en centros residenciales.
De forma positiva hay que recalcar la actuación de la ciudadanía. A ella hay que unir la nuestra porque tenemos experiencia sobrada en el manejo de situaciones complejas. Una gran parte de nuestros asociados no habrá recibido títulos académicos en psicología, enfermería, medicina o gestión de masas, no hemos acudido a tediosas clases de esas materias. Antes bien, vivimos y convivimos diariamente con aislamientos, vejaciones, maltrato institucional y social, y otros tipos de violencia. Por eso consideramos que este grupo sería idóneo para manejar con cierta maña la situación en la que nos encontramos.
Es hora de mantener la calma y la paciencia, pero también es momento de actuar y no dejarse superar por una situación de estrangulamiento que estamos sobradamente capacitados para superar. Por todo lo anterior exigimos los materiales necesarios para garantizar nuestra seguridad y la de nuestros apoyos humanos, y les ofrecemos todo el saber hacer al que nos tienen acostumbrados. Si no sonara cómico, diríamos que somos como cucarachas que lo sobreviven a todo, porque nuestra supervivencia se encuentra no solo en juego sino probada y demostrada a lo largo de años de menosprecio.